domingo, 31 de mayo de 2009

UN DÍA FELIZ

Aquella mañana era una de esas en la que nos levantamos pletóricos. Él se sentía feliz y se sentó al piano. Levantó la tapa. Miró las teclas descoloridas y, como sin pedir permiso, sus manos las recorrieron haciendo sonar la melodía más dulce. Aquella, que lo unía a la persona a la que amaba y con la que había compartido su vida.
Entonces, y como era de esperar, apareció ella. Radiante. Como si sus casi ochenta años hubieran desaparecido. Y posó su mano en su hombro sin dejar de mirarlo.
Él, siguió tocando su canción como jamás lo había hecho. Sus corazones bombeaban como la primera vez. Y al terminar, su voz se quebró. Se giró hacia ella y sus miradas se encontraron. Una sonrisa de complicidad se dibujó en sus rostros y un tierno beso selló sus labios.

Esa fue la última vez.

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