martes, 12 de mayo de 2009

MÁS DIFÍCIL TODAVÍA




Qué tiene de increíble que un tigre se enfrente a un aro en llamas o que un elefante se suba a un taburete que gira. Qué hay de extraordinario en que un oso ridículamente disfrazado se ponga en pie o en que un chimpancé realice actos propios de los humanos.
¿No se han parado a pensar lo que hay detrás? Las horas de cruel entrenamiento y miedo. Los golpes, los castigos. El látigo. La condena a vivir hacinados y encadenados en jaulas pestilentes de una ciudad a otra por unos minutos de fama. No ven que debajo de esos focos y esos redobles de tambor sólo hay sufrimiento, heridas. Dolor.
¿Por qué lo permitimos? ¿Por qué llevamos a nuestros hijos a estos atroces espectáculos? ¿No es más asombroso contemplarlos en libertad? ¿Y por qué no un circo sin animales? Me pregunto qué dosis de sensibilidad es necesaria para que un ser humano lo entienda y deje de formar parte de esta barbarie.
Damas y caballeros, niños y niñas, más difícil todavía… ahora nos toca a nosotros: Si nos negamos a acudir a los circos mientras tengan animales, podremos acabar, de una vez por todas, con esta salvaje crueldad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario